En la filosofía marxista hegemonía cultural es un concepto paralelo a lo que el
sociólogo Pierre Bourdieu llamaba violencia simbólica, que designa la dominación de la sociedad,
culturalmente diversa, por la clase dominante, cuya cosmovisión —creencias, moral, explicaciones, percepciones, instituciones, valores o costumbres— se convierte en la norma cultural aceptada y en la ideología dominante, válida y universal.
La hegemonía cultural justifica
el statu
quo social,
político y económico como natural e inevitable, perpetuo y beneficioso para
todo el mundo, en lugar de presentarlo como un constructo social que beneficia únicamente a la clase
dominante.
En filosofía y sociología, el
término hegemonía cultural tiene connotaciones derivadas de la palabra griega
([ ἡγεμονία]), que indica (textual traducción) dominación o control político,
económico o militar.
En política, hegemonía es el método geopolítico de dominación imperialista indirecta, en el que el estado hegemónico
gobierna a otros estados subordinados, bajo la amenaza de intervención como un
medio implícito de poder, más que por la fuerza militar directa (invasión,
ocupación o anexión).
La hegemonía cultural es un
término desarrollado por Antonio Gramsci para analizar las clases sociales y la superestructura. Proponía que las normas
culturales vigentes de una sociedad son impuestas por la clase dominante
(hegemonía cultural burguesa), de manera que no deberían percibirse como
naturales o inevitables, sino reconocidas como una construcción social artificial y como
instrumentos de dominación de clase. Esta práctica
sería indispensable para una liberación política e intelectual del proletariado, reivindicando y creando su propia cultura de
clase.
Como legado gramsciano.
Se puede pensar que una teoría de
la hegemonía gramsciana, emparentada con la superestructura de Marx y la teoría de la
"maldad estructural" del teólogo de
la liberación Walter Wink, puede contradecir a la teoría de clases de Karl Marx porque habría idealmente bases de contacto entre el
ejercicio de la dirección política y el de la dirección intelectual (en una
base social) y la importancia será avanzar, sumando cualquier tipo de alianza
(interclasista si es necesario) con el fin de conquistar un modelo cultural y
contraponerlo contra el hegemónico con lo que se lograría superar el
desnivelamiento entre opresión y moral histórica, fractura que también se
podría entender anteriormente como contradicción
de clase.
El evolucionismo de Herbert Spencer fue fundamental a la hora de dotar de un
esquema pro capitalista aún a los proyectos que iban contra el liberalismo, como el comunismo. Bajo ese influjo, en el cual cayeron hasta los
marxistas, la teoría de la hegemonía cultural se cumplía: en el Estado social,
o fuera de éste, la lógica del "progreso" se mantiene.
Algunos autores actuales han
desarrollado el concepto gramsciano de hegemonía. Íñigo Errejón ha considerado que dicho
concepto es central en el análisis político actual definiendo la
hegemonía como:4
Ese tipo
de poder político que construye una relación en la que un actor político es
capaz de generar en torno a sí un consenso, en el que incluye también a otros
grupos y actores subordinados.
Es decir,
un grupo o actor concreto con unos intereses particulares es hegemónico cuando
es capaz de generar o encarnar una idea universal que interpela y reúne no sólo
a la inmensa mayoría de su comunidad política sino que además fija las
condiciones sobre las cuales quienes quieren desafiarle deben hacerlo.
No se
trata sólo de ejercer un poder político sino además hacerlo con una capacidad
de hacerlo incluyendo algunas de las demandas y reivindicaciones de los
sentimientos y sentidos políticos de grupos subordinados despojándolos de su
capacidad de cuestionar el orden hegemónico liderado por el actor hegemónico que
lo dirige.
Este autor señala que no se debe
asociar la hegemonía con cualquier tipo de ventaja, primacía o liderazgo ya que
esto implicaría desposeerlo de su carga explicativa.
Hegemonía cultural y pensamiento único.
Cuando Jürgen Habermas cuestiona la idea de
opinión pública, la idea que está detrás es la misma: la cultura es un poderoso inmovilizador de la capacidad
reinventiva de los pueblos y sus valores son la manera en que todo orden
burgués se perpetúa más allá de los lamentos de elementos más ortodoxos de
distintas tendencias económicas capitalistas. Sin embargo, él mismo declara no
trabajar en ese sentido y declina abandonar la cultura burguesa en pos de un
proyecto invisible, pese a ser un pensador de la Escuela crítica.
En la globalización, el problema se radicaliza. El Mercado adopta un sitial -incluso discursivamente
irrenunciable- y su dominio profundiza la manera en que el capitalismo se transforma en la única manera de entender
el desarrollo de la especie humana.
Para autores contemporáneos que
trabajan el tema de hegemonía y cultura (Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Samir Amin), la globalización extiende el control de la minoría
privilegiada contra la mayoría subordinada en un marco en el cual se anexa
progresivamente el pensamiento desregulado de Mercado con un proyecto cultural
hegemónico en el planeta.
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