martes, 23 de agosto de 2011

El gran viatico primaveral: Los elementos mismos.

Don Quijote cabalga de nuevo.

Recordemos que no sólo los ancianos, cazadores, niños y turistas disfrutan la armoniosa melodía de los 4 Elementos. Es que las matas, las piedras, el viento , las llamas y el vital liquido, así como los animales y los hombres tienen sus sensaciones, ruidos y voces, afirman algunos que estamos hasta emparentados, por ello mismo los vates nos los describen e interpretan.

Es el caso que en el cuento Los Murmullos de la Selva , de Vladimir G. Korolenko, se nos evoca que cualesquier ambiente natural estará siempre agitado por los ímpetus de la tormenta o de la musicalidad del monte mismo que impasible la padece, por ello a muchos nos duele ver y oír cada rama o brazo inerme del árbol caído, al ser agitado por los hijos de Eolo aquel mitológico dios del Olimpo griego quien en un odre de buey retenía los Cuatro vientos ; Boreas , Noto, Aquilón y Céfiro .

Por ello evoco con nostalgia que en las podas de primavera y otoño de nuestros yucatecos o macapules - en realidad son los laureles de la India importados junto con los Eucaliptos australianos a México por el Botánico don Miguel Ángel de Quevedo - y de los pinos saldos de mi infancia, en el Huatabampo de mi alma , improvisábamos casuchas, cuevas o refugios con sus brazos y ramas, mismas que conforme languidecían, tras secarse, se convertían en unos suaves lechos o bien en un sucedáneo de los senos maternos, o en nuestra segunda y tierna piel descalza y tibia .

Pero no hay nada más melancólico y contrito que el visitar un aserradero, por lo menos así se me lo pareció cierta vez que arribe al del mineral de Álamos, es que regresé de ahí afligido , no sabía de momento el porque no me resultó tan bello el alto y frio paisaje serrano , aquel mes de julio, lo que si recuerdo es que me sobrevino una somera ebriedad por los intensos efluvios del ocote , y de los aromas del chopo, los guayacanes y el pino.

Es como estar en un hospital , anfiteatro, o tal ves después de una batalla campal, verlos todos aquellos enormes troncos tirados, verdes , rugosos, despostillados en sus cortezas y apilados vaporizando aún , eran todas ellas unas moles crujientes y dolidas por su prematura mutilación . Las aves cantoras quejumbrosas, casi mudas, vi que presto se alejaban , solo las cazadoras o de rapiña se aventuran a quedarse en esos inmensos paramos , sus graznidos destemplados eran tétricos, es que el silencio es abismal, desconsolador, como el de una hecatombe.

Ah y quizás por esa razón , pues se trata de un frente de oscura Guerra , debido a la depredación o exterminio de los elementos , le temo todavía mucho más a las entrañas de la madre tierra , -recuerdo La Cueva Santa Martha en Hermosillo- es que los enclaves o baluartes del distante reino mineral , delatan y profundizan mi claustro fobia , así que cuando visitamos las cavernas , minas y oquedades , nos sentimos congelados, anegados a abrazados con su pétrea y amorfa substancia , ello nos persuade de que no cualesquiera puede ser un conejo, topo, hormiga, serpiente o recio minero en busca del codiciado Oro , la admirada Plata, el consolador Bronce , o los industriosos Hierro y Carbón.

Me abstengo de recordar el Mar y los fluidos corporales , pues con el oscuro Heráclito de Éfeso he aprendido que no nos bañamos en el mismo río, todo es o proviene de donde mismo . Es que sólo nos mudamos en nube, agua que pasa , río, y el grande Océano en un eterno devenir o retorno, como el de los adivinos , brujos y demiurgos .

En el cielo próximo o quizás más allá del éter, no lo podría precisar con exactitud , pero sé que aquí existen los fuegos fatuos como los de viejos y tétricos cementerios, y en los mástiles de los antiguos buques de vela , luego también están las auroras boreales del Polo Norte , desconozco las del Polo Sur, y que decir de los amaneceres con sus frescas y aromáticas auroras y al final del día me he deleitado con los cobrizos crepúsculos sin águilas , pero con nubosos y castrenses cirrus, lo que si es que ineluctablemente sucumbimos a los espejismos en el Zenit incandescente de la ciudad de Dios , constelada ahora de aviones y helicópteros , deseando sueños veraniegos color de rosa, en los bochornosos mediodías del desierto y a lo menos un sombrero viejo , blanco y no importa que este sucio y luzca feo . En fin, Apolo por suerte al menos todavía sale siempre para todos y todas las creaturas del orbe. Felices pascuas.

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