Lic. Francisco Javier Aragón Salcido.
Ah pero debo aceptar que el MAR es mi
escenario ideal, o más bien
quiero decir que fue la grata percepción que tuve de él, las
primeras veces que le vi. El Bermejo
fluido me inundó con una suave sensación
de éxtasis, o una idea de gozo simplemente indescriptible; hoy en día es una noción que con asiduidad frecuenta mi memoria, sea en sueños o vigilias.
Aquella áurea y extensa playa está a
cuatro leguas de la pequeña ciudad, cuyo nombre propio precisamente es su diminutivo,
Huatabampito .
No obstante, algunos conocidos o paisanos después de platicarles
estas escenas, ficciones y reminiscencias; me han aumentado y corregido; ellos sostienen
, que la postal propiamente
es algo así, como observar nuestro gran planeta azul, desde el espacio sideral. ¿Tanto o
mejor, que desde el sótano de Carlos Argentino Daneri,
descrito en el cuento el Aleph, ( es la primera letra del alfabeto hebreo)
de Jorge Luís Borges?, para quien .
“Es el punto
que contiene todos los puntos del Universo”.
Sigo con mis sueños, fantasías ,
ilusiones, delirios santos . Hurgando en el caldero de mis más gratos recuerdos, veo sobreviviendo a la ebullición que emerge
el basto escenario de mi
pueblo ;
en un sentimiento reflejo, arrobado ,
contemplo el cielo azul poblado
por unas glamorosas , límpidas y bastas nubes , mismas que además
de someter al majestuoso astro rey ,
hacen que el aire que se respira sea
más puro y , que el distante espacio consiga una mayor claridad
y contraste , intuyo ahora
, era Dios mismo , omnipresente, -muchos años después sabría que lo que hacía en una suerte de
PANTEISMO-, quien nos obsequiaba este ambiente
propicio y tan variado para la
ensoñación o el misticismo .
Luego viene a mi mente que en la escuela primaria me
enseñaron como se clasificaba científicamente a las
Nubes :
así para mi sorpresa descubrí , que
unas eran las del tipo Cumus , o sea las más blancas ,
definidas y grandes ; los
Nimbus en cambio , eran unas como coliflores u hongos gigantescos, (inundan los
cielos nublados) blancas , cambiantes, multiformes, a veces color vainilla ,
veloces como las tormentas que suelen derramar ; los Cirrus, por su parte eran de esas que se asemejan a estelas blancas o largas
caudas de un caballo rocío , que al
disiparse con el viento , simulan
rebaños de ovejas, mismas que a
la hora del crepúsculo, a contra luz, adquirían una
tonalidad rojiza, cuales brazas en un fogón u hornilla .
Que evocación tan asequible, maravillosa,
y común, de nuestra primera
infancia, para todos los que nacimos por
los rumbos del noroeste , es un sitio y
tiempo a parte de este mi
grandioso México lindo y querido.
El presente
canto busca rememorar algunas líricas vivencias de mi pequeño solar patrio , por ello debo acreditar mis efluvios literarios a la impronta del
encomio a México, atribuido a la
pluma del ilustre poeta Manuel
Carpio, en esa virtud les confiaré que dos de sus prístinas y variadas
estrofas , a virtud de su obvia
y pertinente temática,
me impulsaron a tratar de
redescubrir el norte de este mi admirado y gran país:
Esplendido es
tu cielo, patria mía, de un purísimo azul como el zafiro allá tú ardiente sol
hace su giro, y el blanco globo de la luna fría…
En el desierto
grave y silencioso, entre sus melancólicas palmeras, se deslizan las víboras
ligeras, o estánse quietas en falaz
reposo.
Los atardeceres en Huatabampo, un occidental pueblo agrícola de México, se
convertían en todo un agradable
espectáculo, de tan claro que lo
veo, que tal parece que si fue apenas ayer,
por ello evoco el poema La Vuelta
de los Campos, del poeta Julio Herrera y
Reissig:
La tarde paga
en oro divino las faenas…Se ven limpias mujeres vestidas de percales trenzando
sus cabellos con tilos y azucenas, o haciendo sus labores de aguja en los
umbrales…las cumbres, ya quiméricas, corónanse de rosas…Y humean, a lo lejos,
las rutas polvorosas por donde los labriegos regresan de los campos.
En Semana Santa vámonos a la PLAYA .- Se
arriba al anchuroso MAR cruzando bastos arenales, todos ellos poblados
ya de
biznagas, cactus, chamizos, choyas, jitos, palo verde, mesquites,
nopales, pitahayas, sábilas, y sahuaros; hay también esteros , ciénegas, manglares, marismas , salinas, y por fin las doradas dunas , estas son altas cuales promontorios o
taludes , pareciera que fueron puestas allí por la mano
de Dios , para que no se derrame el basto e imponente océano .
Estas lomas nos sitúan sin poder precisarlo, por encima
del nivel del mar, y nos lo
figuran ver, no obstante
su basta inmensidad; humilde todo
él , postrado a nuestros pies
descalzos , sensuales ; en actitud lúdica , en
espera , sólo para acariciarnos con
sus aguas espumosas y salobres; pero
por si esto fuera poco, un
amigable viento Céfiro henchía nuestras
vías respiratorias con su intenso y
reconfortante aroma a yodo.
Al llegar a la cumbre de aquellos lomeríos, nos descubrimos ubicados en tres planos; el de nuestra posición virtualmente privilegiada, que se ubica a no más de veinte metros de altitud sobre el
nivel del mar; el de la playa u orilla donde rompen plácidamente las olas; y el del
bello horizonte que despunta en
lontananza; un espectáculo en tercera dimensión, fosforescente, natural,
panorámico, que ni el más logrado filme
en Eastman Color o lienzo realista
podría recrear.
En ese enigmático y excandecente vértice
mágico, se encuentran; el Cielo, el Mar, el Sol en las alturas que todo lo abarca,
y
Muchos años después, en 1968, cuando leí el libro de las Metamorfosis del
Poeta Latino Publio Ovidio Nasón , me
percaté que debido a mi supina
ignorancia -deplorando mi desconsuelo- que me había quedado en los dinteles
mismos de la Gloria cristiana . En efecto en el Libro II, de la referida obra ,
Ovidio refiere la entrevista del
impertinente Faetón con su padre el Sol.
“ Era el
palacio del Sol un edificio construido sobre altas columnas , que brillaban por
su oro resplandeciente y el sopor del bronce era semejante a la llama : La
techumbre estaba revestida de pulido marfil y las puertas , de doble batiente
todas , reflejaban la luz en su superficie de plata. Y a la maravilla de la
materia superaba la maravilla del artificio , ya que Mulcíber había esculpido
aquí el océano que rodea
Las azuladas
aguas albergaban a los dioses marinos : al sonoro Tritón , a Proteo de
cambiante figura, a Egeón , que abarca con su brazos poderosos las espaldas
deformes de las ballenas. A Doris y a sus hijas , de las cuales unas nadan ,
otras, sentadas en las rocas, secan su
verde cabellera , y otras cabalgan monstruos marinos . Aunque no todas tienen
el mismo rostro , se parecen entre sí, sus semblantes presentan esos rasgos que
suelen delatar que son hermanas. En la tierra aparecen hombres , ciudades ,
bosques, fieras, ríos, ninfas, y otras divinidades de los campos . Por encima
de todo esto figuraba el cielo resplandeciente con los signos del Zodíaco ,
seis en la puerta derecha y otros seis en la izquierda.
El hijo de
Climene ascendió por la pendiente y
penetró en el palacio del que titubeaba en llamar padre . Compareció ante la
presencia paterna, más se mantuvo a distancia , ya que no podía soportar la luz
desde más cerca : Febo , cubierto con un manto púrpura , sentábase en un trono
de brillantes esmeraldas. A su derecha y a su izquierda estaban, de pie , el
Día , el Mes, el Año, los Siglos y las Horas, distanciados por igual los unos
de los otros. Allí se encontraba
En esta estación nací . Por otra parte el poeta
mexicano Esteban Manuel de Villegas, escribió un poema alusivo Al Céfiro, Oda Sáfica , tratase del viento del poniente, que según la
mitología griega era pareja de Flora la
diosa de las flores, jardines y de la PRIMAVERA o estación cariñosa , este viento fresco para nosotros corresponde al anemoi , es el que viene del mar, al respecto nos dice el
vate de Villegas :
Dulce vecino de
la verde selva, huésped eterno del abril florido, vital aliento de la madre
Venus, céfiro blando…Jamás el peso de la nube parda, cuando amanece en la elevada
cumbre, toque tus hombros ni su mal granizo hiera tus alas.
Los nombres grecolatinos de los Cuatro Vientos, anemoi en griego, que ahora les comparto los
aprendí en la secundaria:
Boreas es el
Norte; el Noto, Sur; el Euro es el Este
y; el Céfiro el del Oeste. Su dueño y
señor era el dios Eolo hijo de Hipotes, nativo de la isla flotante Eolia que está
situada en el Mar Tirreno frente a la costa de la isla de Sicilia, en Italia,
la mediterránea. Los guardaba Eolo en
una cueva por los rumbos del profundo y oscuro Hades, en un Odre, que viene a ser una especie de bolsa rustica de piel de res.
En otro extremo emocional diré, que siempre he
imaginado y soñado, con una gran isla
frente a la playa de Huatabampito , emergiendo toda ella, invitándome para
ganarla a nado, con su exuberante y
seductora vegetación y su notorio ambiente festivo y tropical; pero, no por ello menos atemporal y por ende
enigmática.
Es que la vida simple y sencillamente es un sueño,
como sostuvo el bate Pedro Calderón de
Sueña el rey
que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando;… ¿Que es
la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión; una sombra, una ficción y el
mayor bien es pequeño. ¡Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son!
El poeta Manuel Gutiérrez Najera, alusivo al
tema de la sensación oceánica al decir de
los sicólogos, que es esa indescriptible fusión mental con el cosmos -pues todo lo sólido se
desvanece en el aire , al decir de Marshal Bergman- escribió un interesante poema intitulado Para
Entonces, y que a la letra dice:
Quiero morir
cuando decline el día , en alta mar y con la cara al cielo ; donde parezca un
sueño la agonía , y el alma un ave que remonta el vuelo…No escuchar en los
últimos instantes ya con cielo y con el mar a solas , más voces ni plegarias
sollozantes que el majestuoso tumbo de las olas.
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