lunes, 3 de marzo de 2014

Para don Rodrigo Bours Castelo. Síntesis del capitulo Primero del Dialogo la Republica de Platón o de los Justo. –Disertación del rico anciano CÉFALO sobre la prudencia , la riqueza y las comparaciones . ¿Candidato del PRI en Cajeme para Alcalde en 2015?.



Don Quijote Cabalga de Nuevo.

-Sócrates.- En compañía de Glaucón, el hijo de Aristón, bajé ayer al Pireo con objeto de dirigir mis súplicas a la diosa y deseoso de ver asimismo cómo realizaban la fiesta que iba a tener lugar por primera vez. Me pareció ciertamente hermosa la procesión de los naturales del pueblo, aunque no lo fue menos la que celebraron los tracios.

Después de orar y de haber contemplado la ceremonia, emprendimos el regreso hacia la ciudad. Pero Polemarco, el hijo de CÉFALO, habiendo visto desde lejos que marchábamos a casa, mandó al esclavo que corriese hacia nosotros para pedirnos que le esperásemos. y así fue que, cogiéndome del manto por detrás, me dijo:

- Polemarco os suplica que le esperéis…

-DQCN.- Los invita a su casa a  conversar  .
II
Nos fuimos, por tanto, a casa de Polemarco, y encontramos allí a Lisias y a Eutidemo, hermanos de aquél; a Trasímaco el calcedonio, a Carmántides el peanio y a Clitofonte, el hijo de Aristónimo. Estaba también con ellos ( ya anciano) CÉFALO, el padre de Polemarco…En cuanto me vio CÉFALO, me saludó y me dijo:

- Sócrates, muy pocas veces vienes a vernos al Pireo, no obstante la alegría que nos darías con ello. En cambio, si yo pudiese hacerlo, iría sin dudarlo a la ciudad, ahorrándote así el viaje hasta aquí. Pero como esto no es posible, debes ser tú el que trates de acercarte hasta nosotros con más frecuencia.

Pues, en efecto, quiero decirte que cuanto más me abandonan los placeres del cuerpo, tanto más aumentan los deseos y las satisfacciones propias de la conversación. No nos olvides y acércate aquí con estos jóvenes, que en nosotros encontrarás a unos verdaderos amigos.

- Y ciertamente, CÉFALO -le dije-, me complace mucho conversar con personas de edad avanzada; pues me parece necesario que sean ellas quienes me hablen de un camino ya recorrido y que, posiblemente, también nosotros tengamos que recorrer.

Conviene que me digas cuál es este camino, si es penoso y difícil, o fácil y accesible. Con verdadero gozo escucharía tu opinión sobre esto, puesto que te encuentras ya en esa edad que los poetas denominan el umbral de la vejez, y bien desearía saber si consideras desgraciado este momento de la vida o qué concepto  te merece.

III.

- Por Zeus, Sócrates -me contestó-, te diré al menos cómo se me muestra a mí. Confirmando el antiguo proverbio, sucede muchas veces que nos reunimos unos cuantos de una edad aproximada; la mayoría de ellos suelen lamentarse de su suerte, echando de menos los placeres del amor, que con los de la bebida y los banquetes y otras muchas cosas de este tenor llenaron sus años juveniles.

Lloran su pérdida, como si en realidad hubiesen dejado de poseer grandes bienes, y se lamentan de que era entonces cuando les sonreía la vida, mientras que ahora ni siquiera viven.

Algunos se quejan incluso de los insultos que reciben en su vejez de los que con ellos conviven, y ello les da pretexto para inculparla de todos sus males. A mi parecer, Sócrates, no dan con la causa real que los produce; porque si la vejez fuera la causa, hubiera sufrido yo lo mismo que ellos, con el peso de los años, e igualmente todos cuantos han llegado a esa edad.

Ahora bien; he conocido a otros que no reaccionan así, y recuerdo precisamente que en cierta ocasión, estando con el poeta Sófocles, alguien le preguntó: 

¿Cómo te comportas, Sófocles, respecto a los placeres amorosos? A lo que él contestó: Calla, por favor, buen hombre, que me he librado hace ya tiempo de ellos con la mayor alegría, como quien se libera de un amo furioso y cruel.

Justamente, creí entonces que decía verdad, y lo sigo creyendo ahora, pues es en la vejez cuando se produce una gran paz y libertad respecto a estas cosas. Cuando ceden los deseos y se relajan nuestras pasiones, ocurre enteramente lo que afirmaba Sófocles, esto es, que nos vemos libres de una gran multitud de furiosos tiranos.

Pero de estas lamentaciones, así como de las referentes a los allegados, sólo una causa puede invocarse, y es ella, Sócrates, no la vejez, sino el carácter de los hombres.

Pues en verdad que para los prudentes y bien dispuestos, la vejez no constituye un gran peso; pero sí lo es, Sócrates, tanto para el viejo como para el joven que no posee esas cualidades.

IV.

Admirado de oírle decir eso, y queriendo que continuase hablando, le animé a ello y le dije:

- Pienso, CÉFALO , que la mayoría no dará por buenas estas razones cuando te las oiga, sino que estimará que tú sobrellevas fácilmente la vejez, no por tu carácter, sino por la gran fortuna que posees, pues dicen que los ricos pueden proporcionarse muchos consuelos.

- Es verdad lo que dices -contestó-. No les dan crédito, y dicen ellos a su vez algo razonable, aunque no tanto como piensan.

No está mal traer aquí a colación el dicho de Temístocles a un ciudadano de Sérifo, que le injuriaba diciéndole que debía su gloria a su patria y no a sus méritos. Ciertamente, ni yo habría alcanzado renombre siendo de Sérifo, ni tú aunque te hubiese caído en suerte nacer en Atenas.

En cuanto a los ricos, que llevan gravosamente la vejez, les viene como anillo al dedo este razonamiento, porque ni el hombre virtuoso soportaría fácilmente la vejez en medio de la pobreza, ni el no virtuoso cargado de riquezas llegaría a encontrar satisfacción en ellas.

- ¿Y qué es lo que ha ocurrido en tu caso, CÉFALO -le dije yo-, que tus riquezas han sido fruto de la herencia o que las has adquirido tú en su mayor parte?.

- ¿Te refieres, Sócrates, a lo que yo he podido adquirir? -contestó-Pues has de saber que en materia de negocios ocupo un lugar intermedio entre mi abuelo y mi padre. El primero, del mismo nombre que yo, habiendo heredado una fortuna aproximadamente igual a la mía, la multiplicó de manera considerable, y Lisanias, mi padre, aún la hizo menor de lo que ahora es. Me doy por contento con no dejársela a éstos ( mis hijos) disminuida, sino, antes bien, algo mayor de la que yo he heredado.

-DQCN.- Enseñanza,  del porque son odiosas las comparaciones, uno no se debe comparar  con nadie, sean  amigos, vecinos, parientes, extraños, menos envidiar o menospreciarse,  si sabe  lo que ha hecho ,  es que solo nos basta el ejemplo de nuestros ascendientes directos ; Abuelo y  Padre , para saber que es lo que realmente somos , hemos hecho  o podemos llegar a ser .

- Te preguntaba esto -le dije-, porque me parece que no sientes demasiado aprecio por las riquezas, como acontece generalmente con los que no las han adquirido por sí mismos; los que las han adquirido con su esfuerzo tienen un doble apego hacia ellas, demostrándoles el cariño que los poetas prodigan a sus poemas y los padres a sus hijos, con una preocupación relativa a sus riquezas igual que si se tratase de obra propia, y apreciando la utilidad que obtienen de ellas.

Son, pues, hombres con los que resulta difícil tratar, pues no tienen otro pensamiento que el dinero.

-DQCN.- Síndrome de los ricos nuevos o de los descendientes de lideres obreros  ,  campesinos , burócratas,  políticos, militares  o policías  .

- Dices la verdad -afirmó.

V.

- Indudablemente -dije yo- Pero responde ahora a lo que quiero preguntarte: ¿Cuál es el mayor provecho que se obtiene de la posesión de una gran fortuna?.

- Quizá no pueda convencer a muchos con lo que voy a decir -añadió-. Porque debes saber, Sócrates, que cuando alguien piensa que se encuentra cerca de la muerte, siente miedo e inquietud por cosas que anteriormente no le preocupaban; es entonces también cuando las fábulas que se dicen del Hades (por ejemplo, de que el que aquí ha cometido faltas allí tendrá que sufrir el castigo), y que hasta ese momento le habían hecho reír, hacen mella en su ánimo como si realmente fuesen verdaderas.

Y bien por la debilidad misma de su vejez, bien por encontrarse más cerca de su acceso al Hades, las observa con mayor respeto; comienza, pues, a verlas de manera recelosa y con miedo, reflexionando y considerando si ha cometido alguna injusticia con alguien.

El que, en efecto, averigua las muchas faltas que ha cometido durante su vida, al igual que los niños, se despierta con frecuencia lleno de miedo y vive así completamente desesperado.

El que, en cambio, no se siente culpable de ninguna injusticia, disfruta siempre consigo una dulce esperanza, incomparable nodriza de la vejez, como dice Píndaro, que en hermosos versos afirmó, Sócrates, que al que ha vivido justa y piadosamente

le acompaña una dulce esperanza
que mima su corazón como nodriza de la vejez,
y gobierna a su antojo el espíritu voluble de los mortales
.

En lo cual acertó plenamente y de manera muy admirable. Pues creo yo también que ahí radica la mayor ventaja de las riquezas, no ya para cualquier hombre, sino más bien para el hombre prudente.

La posesión de las riquezas sirve de valiosa ayuda para no verse obligado a engañar ni a mentir, ni aun involuntariamente, y para no ser deudor de sacrificios a los dioses ni de dinero a los hombres, lo cual proporciona una salida de este mundo libre de temor.


Y tiene todavía otras muchas ventajas, aunque a decir verdad yo, al menos, estimo que entre todas ellas no es la  menor ese provecho que otorga al hombre sensato. CARPE DIEM. 

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