Mística de la feminidad es el
nombre de un libro clave del Feminismo de la segunda ola del feminismo (1960-1990)
con el que su autora Betty Friedan ganó el premio Pulitzer en 1964. Tomado de
Wikipedia , la Enciclopedia Libre.
Publicado en Estados Unidos en 1963, en
la introducción, trata “el malestar que no tiene nombre”, que según las
investigaciones que realizó Friedan, aquejaba a las mujeres estadounidenses de
clase media y que la autora identifica con "la mística de la
feminidad".
Este libro fue el punto de arranque del feminismo de los años 70, marcó
el final del interregno y de la mística femenina.
Se constató que: En los hogares tecnificados, las mujeres sufrieron un
retroceso en el ejercicio de derechos ya conquistados.
Aunque los derechos políticos
se tenían -resumidos en el voto-, los educativos se ejercían , las profesiones
se iban ocupando (...) las mujeres no habían conseguido una posición paritaria
respecto de los varones.
Friedan describe el período de los años 50 en el que el modelo
educativo, difundido después de la Segunda Guerra Mundial, se dirigía
a que las mujeres decidieran elegir la opción de regresar al hogar, después de
haber conquistado
el derecho al voto y a la educación y de haber accedido a un
empleo.
La expresión mística de la feminidad, según su autora, se emplea
para describir un conglomerado de discursos y presupuestos tradicionales acerca
de la feminidad que
obstaculiza el compromiso intelectual y la participación activa de las mujeres
en su sociedad.
Sin independencia económica,
el modo de vida del ama de casa en ese nuevo hogar tecnificado, produce
soledad, depresión y otros cuadros médicos calificados como "típicamente
femeninos".
Friedan analiza el sistema económico en el que se vende a las mujeres
una identidad acorde con la unidad familiar de consumo en que se ha
transformado la familia.
No tenía sentido salir a
competir en el mercado por un puesto de cualificación media o baja cuando se
podía ser su propia jefe.
Una "mujer moderna" no
sólo tenía a punto su hogar tecnificado, sino que establecía las relaciones por
las cuales el marido podía progresar: reuniones, asociaciones, cenas, partys,
que hincharan las velas del progreso familiar.
Sinopsis.
El libro comienza con una introducción donde Friedan describe lo que
llamó el malestar que no tiene nombre -el descontento generalizado de la
mujer en la década de 1950 y principios de 1960.
Se analizan las vidas de amas de casa de varios condados de los Estados
Unidos, que no estaban contentas a pesar de estar felizmente casadas, tener
hijos y una vida con todas las comodidades materiales.
A principios de los 60 Friedan
observa el agudizarse de este problema sin nombre, al verificarse lo que define
"como un súbito viraje sociológico" (Friedan, 1965: 38), que llevó a
las mujeres a renunciar a sus carreras, recortando su libertad respecto de la
de sus madres y abuelas, y dando lugar a un auténtico Baby boom en Estados
Unidos.
Capítulo I.
Friedan
señala que la media de edad de contraer matrimonio estaba bajando durante la
década de 1950 y la tasa de natalidad subiendo, sin embargo, el descontento
persistía a pesar de que la cultura estadounidense insistía en que la
realización de la mujer estaba en el matrimonio y siendo ama de casa.
El capítulo
concluye declarando que ya no se puede seguir negando esa voz que en el
interior de la mujer le dice: yo quiero algo más que mi marido, mi casa y
mis hijos.
El mensaje central de Betty
Friedan fue que “algo” estaba pasando entre las mujeres norteamericanas, ella
lo denominó “el problema que no tiene nombre”: las mujeres experimentaban una
sensación de vacío al saberse definidas no por lo que se es, sino por las
funciones que se ejercen (esposa, madre, ama de casa…).
Las mujeres fueron atrapadas
por la “mística de la feminidad” y para romper esta trampa y lograr su propia
autonomía, deberían incorporarse al mundo del trabajo.
Capítulo 2.
Friedan constata que las decisiones editoriales de revistas femeninas se
toman por una mayoría de hombres que insisten en mostrar historias de mujeres
felices, amas de casa, o bien de activistas neuróticas e infelices, creando así la mística
femenina-la idea de que la realización natural y propia de la mujer
consistía en dedicar su vida a ser amas de casa y madres.
Friedan señala la contradicción de estas revistas con las que se
publicaron en la década de 1930 en las que con frecuencia aparecían mujeres heroínas,
seguras e independientes.
Las revistas femeninas habían
aparecido en la década de los felices veinte y por la extensión y tirada que
les conocemos se consolidaron en los años cincuenta. Todas ellas propusieron un
modelo de mujer nueva que oponer a la abuela ignorante y caduca.
"Antes" y
"ahora" se convirtieron en las palabras clave. "Antes" las
abuelas hacían inconscientemente y por lo general mal una larga serie de cosas,
por falta de perfeccionamiento y de oportunidades: no criaban bien a sus hijos,
no conocían las buenas reglas de higiene, no sabían que llevar una casa exigía
una licenciatura en asuntos domésticos.
Capítulo 3.
Friedan recuerda su propia decisión de cumplir con las expectativas de
la sociedad, renunciando a su prometedora carrera en psicología para criar a
los hijos, y muestra que otras mujeres jóvenes todavía luchaban contra el mismo
tipo de decisión.
Muchas mujeres abandonan la escuela para contraer matrimonio, por miedo
a que si la mujer espera demasiado o dedica demasiado tiempo a los estudios, no
será capaz de atraer a un marido.
Por una parte los varones que
regresaron del frente reclamaban sus antiguos empleos, lo que implicaba que las
mujeres los desalojaran y volvieran al hogar, bajo el sobreentendido de que lo
habían abandonado de modo provisorio por causas de fuerza mayor.Para hacer esto
posible el hogar mismo debía renovarse y el papel femenino tradicional
adecuarse al nuevo estado de cosas.
Mujeres con derechos
ciudadanos recientemente adquiridos y una formación elemental o media, en
número significativo, debían poder encontrar en el papel de ama de casa un
destino confortable.
Capítulo 4.
Friedan analiza las primeras feministas de América y la forma en que
lucharon contra el prejuicio de que la función propia de una mujer iba a ser
solamente la de ser esposa y madre.
La autora señala que se aseguraron los derechos importantes para las
mujeres, incluyendo la educación, el derecho de proseguir una carrera, y el
derecho a votar.
De hecho, una de las partes
más bellas del libro es aquella en que narra la historia de las primeras
feministas y de sus luchas, ahora leídas bajo el extraño estupor de los
derechos ya adquiridos, y donde cuestiona todo un conjunto de tópicos muy
ligados a sus vidas y personas: esas primeras feministas, nos cuenta, no fueron
solteronas ni hambrientas sexuales, sino que "amaron y fueron amadas (...)
en una época en que el apasionamiento erótico de la mujer estaba tan prohibido
como la inteligencia".
Capítulo 5.
Friedan, que tenía una licenciatura en psicología, critica a Sigmund
Freud (cuyas ideas fueron muy influyentes en los Estados Unidos en el momento
de la publicación de su libro). La autora señala que Freud vio a las mujeres
como menores de edad y como destinadas a ser amas de casa, toda vez que señala
que Freud escribió:
"Creo que toda acción de reforma de la ley y de la educación se
vendría abajo ante el hecho de que, mucho antes de la edad en que un el hombre
puede lograr una posición en la sociedad, la naturaleza ha determinado el
destino de la mujer a través de la belleza, el encanto y la dulzura.
La ley y la costumbre tienen mucho más que dar de lo que ha restado a
las mujeres, pero la posición de la mujer seguramente será lo que es: una
querida y adorada amada en la juventud y una esposa amada en los años
maduros."
Friedan también señala que el concepto no probado de Freud de la
"envidia del pene" se habían utilizado para etiquetar como neuróticas
a las mujeres que deseaban tener una carrera, así como que la popularidad de la
obra e ideas de Freud, elevaron la "mística femenina" de la
realización del ama de casa, a una religión "científica " que la
mayoría de las mujeres no tenían suficiente estudios para criticar.
Esta "castrante"
imagen de lo femenino ha sido en buena medida fomentada por Freud y el
psicoanálisis, que ven en la neurosis femenina y en los intentos de autonomía o
éxito profesional por parte de las mujeres un síntoma inequívoco de su
"envidia del pene", es decir, de su incómoda conciencia de
inferioridad respecto del hombre y su consecuente inadecuación a su rol de
mujer.
Lo revolucionario del libro es
que desentraña el mecanismo por el que esta bonita mentira se ha arraigado y
mantenido en el imaginario colectivo tanto tiempo y a pesar de sus devastadores
efectos sobre toda la familia: una mentira que Friedan ve emerger de las
teorías psicoanalíticas pero que persevera e invade todos los ámbitos por obra
de un discurso generalizado en la esfera pública y, muy especialmente, por las
revistas femeninas de entonces y la publicidad.
Capítulo 6.
Friedan critica el funcionalismo
, que trató de hacer que las ciencias sociales fueran más creíbles mediante el
estudio de las instituciones de la sociedad como si fueran partes de un cuerpo
social, como en la biología.
Las instituciones se han estudiado en términos de su función en la
sociedad, y las mujeres estaban confinadas a sus funciones sexuales biológicas
como amas de casa y madres, por lo que hacerlo de otro modo alteraría el
equilibrio social. Friedan señala que este no ha sido probado y que Margaret Mead, un funcionalista prominente, tenía una
floreciente carrera como antropólogo.
La mística está basada
principalmente en fuentes orales, en entrevistas, colocándose así, por la
propia elección metodológica de Friedan, en un camino innovador en los estudios
de género y en la historiografía, los cuales han seguido desde entonces
utilizando las experiencias directas de las mujeres como fuente principal para
el conocimiento de la subjetividad femenina y para el análisis general de los
problemas de género en su contexto social.
Capítulo 7.
Friedan discute el cambio en la educación de las mujeres desde 1940
hasta la década de 1960, que en las escuelas de muchas mujeres se concentró en
clases no desafiantes centradas sobre el matrimonio, la familia y otros temas
que consideraron oportunos para las mujeres, pues como educadores influidos por
el funcionalismo, sentían que demasiada educación echaría a perder la feminidad
de la mujer y la capacidad de satisfacción sexual.
Friedan dice que este cambio en la educación de las niñas, paralizaba su
desarrollo emocional a una edad temprana, porque nunca tuvieron que enfrentar
la dolorosa crisis de identidad y la maduración posterior de desafíos que
vienen de frente a los adultos.
Sin duda, el punto neurálgico
de ese mal se hallaba en la educación de las mujeres, puesto que no disponían
de los conocimientos necesarios para autodefinirse a sí mismas como tales. En
ese sentido,
La mística de la feminidad
supuso un excelente manual para asentar la base intelectual que facilitara la
apertura de conciencias a una nueva realidad mucho más digna e igualitaria. Asimismo,
existía en torno a la feminidad toda una amalgama contaminada de tradicionales
y sofisticadas asunciones freudianas que malversaban este ideal estético y
moral, del cual urgía que los componentes del « género femenino » se
desprendieran. Nadie más que una misma, podía definirse como mujer.
Por ello, La mística de la
feminidad devino un completo cambio de paradigma porque las mujeres dejaban de
ser significadas por otros, esto es, no exclusivamente en relación a los
hombres, como esposas, madres, objetos sexuales, sino como personas en la
sociedad, y haciéndolo por voluntad propia, siendo el concepto de
« condición de personas » de las mujeres toda una revolución.
Capítulo 8.
Friedan señala que las incertidumbres y miedos durante la Segunda Guerra
Mundial y la Guerra Fría alejaron a los estadounidenses de las comodidades del
hogar, por lo que se trató de crear una vida familiar con el padre idealizado
como el sostén de la familia y la madre como el ama de casa.
Señala que a esto ayudó el hecho de que muchas de las mujeres que
trabajaron durante la guerra, cubriendo los puestos anteriormente ocupados por
los hombres, se enfrentaban al despido, la discriminación o la hostilidad,
cuando los hombres volvieron y que los educadores culpaban a la sobre educación
y el interés profesional en que se centraban las madres, del desajuste de los
soldados en la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, como muestra Friedan, estudios posteriores encontraron que
las madres dominantes, y no arribistas, fueron las que criaron niños inadaptados.
En su obra, Betty Friedan
recalcaba la importancia de evitar continuar en ese estado al recordar a las
mujeres que debían desprenderse de ese miedo a la libertad, a terminar de
crecer, a verse libres de la dependencia pasiva en la que se encontraban,
porque, si no procedían de este modo, si no mostraban esfuerzo alguno por
llegar a ser todo aquello que estaba latente en su interior, entonces,
anularían su propia humanidad.
Capítulo 9.
Friedan muestra que los
anunciantes trataron de animar a las amas de casa a pensar en sí mismas como
profesionales que necesitan muchos productos especializados con el fin de hacer
su trabajo, desalentando al mismo tiempo a las amas de casa de tener carreras
reales, ya que eso significaría que no dedicarían su tiempo y esfuerzo en las
tareas domésticas y por lo tanto no comprarían tantos productos para el hogar,
reduciendo los beneficios de los anunciantes.
En este momento, el ama de
casa se ha convertido en un agente económico de vital importancia no sólo por
su papel a la hora de abastecer el hogar sino, sobre todo, porque su
insatisfacción vital es conocida y aprovechada por los expertos en campañas
publicitarias para venderle todo tipo de objetos con los que intenta subsanar
su vacío existencial. Al identificar los factores económicos que están detrás
del auge de la mística de la feminidad Betty Friedan inaugura una forma de
feminismo.
Capítulo 10.
Friedan en varias entrevistas a amas de casa a tiempo completo, encontró
que a pesar de que no se realizan personalmente en sus tareas domésticas,
estaban todas muy ocupadas. Se postula que estas mujeres inconscientemente,
dilataban las tareas del hogar para llenar el tiempo disponible, ya que la
mística de la feminidad les enseña a las mujeres que este es su papel, y si
alguna vez completaran sus tareas, se convertirían en innecesarias.
Las « amas de casa »
que se habían dejado seducir por la hipnótica perfección de los barrios
residenciales, parecían no percibir su nociva aura, a pesar de los logros conseguidos
por el colectivo femenino, la cual las mantenía adheridas al envoltorio
ideológico de esa organización política, económica, religiosa y social basada
en la autoridad y liderazgo del varón conocida como « sociedad
patriarcal » o « bastión de masculinidad ».
Capítulo 11.
Friedan señala que muchas amas de casa han buscado satisfacción en el
sexo, incapaces de encontrarla en las tareas del hogar y en los hijos. Friedan
señala que el sexo no puede satisfacer todas las necesidades de una persona, y
que los intentos para que lo haga tan a menudo conducen a las mujeres casadas a
tener relaciones o mantener a distancia a sus maridos a medida que estén
obsesionados con el sexo.
Capítulo 12.
Friedan discute el hecho de que muchos niños han perdido interés en la
vida o el crecimiento emocional, atribuyendo el cambio a la propia falta de
realización de la madre, un efecto secundario de la mística de la feminidad.
Cuando la madre carece de autonomía, señala Friedan, a menudo trata de vivir a
través de sus hijos, haciendo que los niños pierdan su propio sentido de sí
mismos como seres humanos separados con sus propias vidas.
Capítulo 13.
Friedan se refiere a Abraham Maslow y la jerarquía
de las necesidades y las notas que las mujeres han quedado atrapados en el
nivel básico, fisiológico, que se espera encontrar su identidad a través de su
rol sexual por sí sola. Friedan dice que las mujeres necesitan un trabajo
significativo al igual que los hombres para lograr la auto-realización, el
nivel más alto en la jerarquía de necesidades.
Capítulo 14.
En el capítulo final de La Mística de la feminidad, Friedan
analiza varios estudios de casos de mujeres que han comenzado a ir en contra de
la mística femenina. También aboga por un nuevo plan de vida para sus lectoras,
incluyendo no ver el trabajo doméstico como una carrera, no tratar de encontrar
plena realización a través del matrimonio y la maternidad sola, y encontrar un
trabajo significativo que utiliza su capacidad mental completa.
Se trata de los conflictos que algunas mujeres puedan encontrar en este
viaje de auto-actualización, incluyendo sus propios temores y la resistencia de
los demás. Para cada conflicto, Friedan ofrece ejemplos de mujeres que la han
superado.
Friedan termina su libro mediante la promoción de la educación y el
trabajo significativo como el último método por el cual las mujeres
estadounidenses pueden evitar quedar atrapadas en la mística de la feminidad,
llamando a un drástico replanteamiento de lo que significa ser femenina, y
ofrece varias sugerencias educativas y ocupacionales.
Las mujeres, que en absoluto
se identificaban como feministas en una línea genealógica con el feminismo
anterior, tuvieron que aprender a identificar y nombrar la opresión.
Impacto.
En la cronología del feminismo, teóricas como Amelia Valcárcel sitúan la obra de Betty
Friedan en el período que se denomina interregno.
La mística de la feminidad coincidió y fue uno de los momentos
normativos de la guerra fría.
Dos modelos sociales y políticos, dos modelos femeninos. La realidad era
muy otra.
La mística de la feminidad estaba produciendo graves trastornos en la
población femenina sobre la que se ejercía.
La pretendida igualdad soviética funcionaba con un sobreesfuerzo que
sólo a las mujeres se exigía, que dejaba intacto el trabajo doméstico y suprimía
las libertades públicas.
Friedan puso nombre a la opresión que en épocas anteriores se había
conocido con diversos nombres pero que no se recordaban por el "olvido
histórico".
Su importancia está en que facilitó a miles de amas de casa de diversos
países, los medios para identificar su situación de malestar no solo personal
sino, colectiva.
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