Lic. Francisco Javier Aragón Salcido.
Crowley fue condenado a la silla eléctrica. Cuando llegó a la cámara
fatal en Sing Sing no declaró, por cierto: "Esto es lo que me pasa por
asesino". No. Dijo: "Esto es lo que me pasa por defenderme".
La moraleja de este relato es: "Dos Pistolas" Crowley no se
echaba la culpa de nada.
¿Es esta una actitud extraordinaria entre
criminales? Si así le parece, escuche lo siguiente:
"He pasado los mejores años de la vida dando a los demás placeres
ligeros, ayudándoles a pasar buenos ratos, y todo lo que recibo son insultos,
la existencia de un hombre perseguido."
Quien así habla es Al Capone. Sí, el mismo que fue Enemigo Público
Número Uno, el más siniestro de los jefes de bandas criminales de Chicago.
Capone no se culpa de nada. Se considera, en cambio, un benefactor público: un
benefactor público incomprendido a quien nadie apreció.
Y lo mismo pensaba Dutch Schultz antes de morir por las balas de otros
pistoleros en Newark. Dutch Schultz, uno de los más famosos criminales de Nueva
York, aseguró en una entrevista para un diario que él era un benefactor
público. Y lo creía.
He tenido interesante correspondencia con Lewis Lawes, que fue alcaide
de la famosa cárcel de Sing Sing, en Nueva York, sobre este tema, y según él
"pocos de los criminales que hay en Sing Sing se consideran hombres malos.
Son tan humanos como usted o como yo.
Así raciocinan, así lo explican todo. Pueden narrar las razones por las
cuales tuvieron que forzar una caja de hierro o ser rápidos con el gatillo.
Casi todos ellos intentan, con alguna serie de razonamientos, falaces o
lógicos, justificar sus actos antisociales aún ante sí mismos, y por
consiguiente mantienen con firmeza que jamás se les debió apresar".
Si Al Capone, "Dos Pistolas" Crowley, Dutch Schultz, los
hombres y mujeres desesperados tras las rejas de una prisión no se culpan por
nada, ¿qué diremos de las personas con quienes usted, lector, o yo, entramos
en contacto?
John Wanamaker, fundador de las tiendas que llevan su nombre, confesó
una vez: "hace treinta años. he aprendido que es una tontería regañar a
los demás. Bastante tengo con vencer mis propias limitaciones sin irritarme por
el hecho de que Dios no ha creído conveniente distribuir por igual el don de la
inteligencia".
Wanamaker aprendió temprano su lección; en cambio, yo he tenido que ir a
los tumbos por este mundo durante un tercio de siglo antes de que empezara a
amanecer en mí la idea de que noventa y nueve veces de cada cien ningún hombre
se critica a sí mismo por nada, por grandes que sean sus errores.
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