sábado, 24 de junio de 2017

Enquiridion o Manual de Máximas de Epicteto.-


Epicteto, filósofo de la estoa, nació en el año 50 d.C. en Hierápolis, ciudad de Roma, liberto del liberto Epafrodito, secretario éste de Nerón; tiene por lema, “Abstente de pasiones, afectos y opiniones”.Supera su defecto físico (cojera por reuma) como superándose a sí mismo, tal que a los 43 años comienza su vida pública como filósofo en la Nicópolis, fundando una escuela para la que trabaja durante más de 40 años.

El estoicismo, fundado por Zenon de Elea, era un movimiento del pensamiento que se oponía a la tiranía de Calígulas y Nerones. Razón por la que los estoicos (tanto ciudadanos o estoicos como esclavos o cínicos) fueron expulsados de Roma, hacia el año 71.

Por otra parte, Saulo de Tarso, luego llamado Pablo, era estoico, y después de Yeshua, los llamados cristianos mantenían elementos de la estoa en su doctrina. Tal que no se sabe si ésta nace de estos o estos la adoptan como filosofía, hecho que, además, revela un factor explicatorio de la animadversión romana contra Yeshua y los judíos de ese entonces.

Arriano, uno de los discípulos de Epicteto, quien hubiese tomado notas para sí, de las palabras del maestro, publica, cuando ya probablemente el maestro había muerto, EL ENQUIRIDON, o MANUAL DE LA ESTOA.

La libertad no existe sino en el sentido de “liberarse de sus propias tonterías”, ( Prejuicio e Ignorancia) es decir de todo lo que no depende de nosotros.

Hay, no obstante, otro camino a elegir: el de las riquezas, honores, y competiciones; el de ser reconocido y amado por otros. En tal caso, ha de atenerse uno a las consecuencias de su elección, consecuencia no otra, que la de la humillación y el caos.

La elección del camino del reconocimiento propio del deseo, lleva consigo la libertad. La elección del camino del deseo de reconocimiento, lleva consigo, si bien, riquezas y honores. Éstos son sólo oropel, con el que se tapa el caos y el sufrimiento.

Ninguno de los dos caminos es fácil. El autor, lleva prudente y bellamente al camino del reconocimiento del deseo y al mantenerse allí, en ese lugar, poniendo ejemplos, haciendo llamado a lo que otros autores, como Sócrates por ejemplo, han dicho, y realizando elaboraciones propias a partir de aquellas. El camino por el que invita, no se logra, sin el conocerse a sí mismo, se diría, es un constante saber sobre sí mismo, que conlleva a un saber sobre los otros.
El DEPENDER.

En cuanto a todas las cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros, otras no dependen de nosotros. De nosotros dependen; nuestras opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones; en una palabra, todas nuestras acciones.

Las cosas que no dependen de nosotros son: el cuerpo, los bienes, la reputación, la honra; en una palabra, todo lo que no es nuestra propia acción.
Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni obstaculizarlas; las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas.

Recuerda pues que, si tú crees libres, a las cosas por naturaleza esclavas, y propias, a las que dependen de otro; encontrarás obstáculos a cada paso, estarás afligido, alterado, e increparas a Dios y a los Hombres.

En cambio si tú tienes, a lo que te pertenece, como propio y, a lo ajeno como de otro; nunca, nadie, te forzará a hacer lo que no quieres ni te impedirá hacer lo que quieres.

 No increparás a nadie, ni acusarás a persona alguna; no harás ni la más pequeña cosa, que no desees; nadie, entonces, te hará mal alguno, y no tendrás enemigos, pues nada aceptarás que te sea perjudicial.

Aspirando entonces a tan grandes bienes, recuerda que tú no debes trabajar mediocremente para lograrlos, y que, en lo que concierne a las cosas exteriores, debes enteramente renunciar a algunas y diferir otras.

Pues si buscas armonizarlas, y ambicionas estos bienes y también riquezas y honores, quizá no obtengas ni siquiera éstos últimos, por desear también los otros; pero con toda seguridad, no obtendrás los únicos bienes con los que logras tu libertad y felicidad.

Así, ante toda fantasía perturbadora, está presto a decir: “Tú no eres sino una imaginación, y en absoluto eres lo que parece”, enseguida examínala con atención y ponla a prueba, para ello sírvete de las reglas que tienes, principalmente con esta primera que es, a saber : de si la cosa que te hace penar es del número de aquellas que dependen de nosotros o de aquellas que no están en nuestro poder. Di sin titubear: “Esa en nada me atañe”.


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